6 recetas de NAVIDAD

Recetas navideñas de cocina y comidas rápidas y fáciles de hacer. Cenas ricas: Como hacer. Algo delicioso de hacer. Una sencilla y deliciosa comida rápida y fácil de hacer en casa que seguro triunfa en fiestas y para niños. ¡Que no te falten ideas para preparar platos salados rápidos para almuerzos y cenas!

Carta al Niño Jesús

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Querido Niño Jesús:
 
Yo se que tu eres el salvador del mundo y el hijo de Dios, mis padres me dijeron que todos somos también sus hijos; solo que tu eres el mayor de todos y el que está más cerca del Padre Creador. Por esa razón te escribo esta carta, ya que conoces de mi buen comportamiento y estando tan cerca de Dios podrás leerle mis peticiones, con las cosas lindas que necesito para divertirme, aprender y compartir con mis amigos.
 
Un compañerito de clases me comentó que Dios todo lo puede y que complace en sus deseos a quienes honran a sus padres, respetan a los maestros, aman la naturaleza y son buenos ciudadanos.
 
Querido Niño Jesús; como tu sabes, he cumplido con todos los mandamientos y por eso te pido me traigas los regalos que tanto he querido tener en estas Navidades. Recuérdate también de los niños que no tienen Internet y que no pueden mandarte una carta como ésta al ciberespacio celestial, y de todos aquellos que tienen necesidades o sufren por alguna causa, para que les regales tu consuelo.
Como tu naces en cada Navidad mi regalo hacia ti es un pensamiento de amor para que reine la paz en al mundo entero. Espero con alegría me respondas pronto.
 
Desconozco el Autor

Romance del Nacimiento

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Ya que era llegado el tiempo en que de nacer había,
así como desposado de su tálamo salía,
abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre en su pesebre ponía,
entre unos animales que a la sazón allí había,
los hombres decían cantares, los ángeles melodía,
festejando el desposorio que entre tales dos había,
pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa al desposorio traía,
y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios, y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía.
 
San Juan de la Cruz

Albondigón de pavo especial para Navidad

Ingredientes del Albondigón:
 
1 Kg Pechuga de pavo picada
2 Huevos
Pan rallado
1 Cabeza de ajos asados
Pizca de canela molida
Un poco Nuez moscada rallada (Puede ser molida)
Al gusto Sal
Al gusto Pimienta negra recién molida
4 Huevos cocidos
Unos trocitos de trufa negra (Opcional, es un toque personal)
Abundante aceite de oliva virgen extra para freír el Albondigón
.
Ingredientes para cocer el Albondigón:
 
1 Tomate
1 Cebolla mediana
1 Hoja de Laurel
Astillas de Canela
Hebras de azafrán
1 Copita de vino blanco

Fricandó de ternera con champiñones

Ingredientes para 4 personas:
 
600 g de filetes de ternera
350 g de champiñones
1 cebolla
2 zanahorias
50 g de harina de trigo
75 ml de brandy
10 almendras y 1 rebanada de pan tostado o 2 galletas maría
Dos ramitas de perejil y dos dientes de ajo
Aceite de oliva
Sal y pimienta

Una Navidad en el bosque

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Érase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conocer una de las noticias más esperadas de la temporada.
 
Todas las actividades que realizaban en aquella época tenían como objetivo la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión.
 
El concurso de cocina navideña, organizado por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más comilones. Los más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía lugar en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, encargada del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del bosque.
 
Y, por supuesto, estaba lo mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se representaba una obra de teatro que tenía como tema central la amistad. El Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año:
 
– Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad, dijo el Señor Búho posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir un ganador. Así que sin más demora demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de la obra ganadora ‘Salvemos el bosque’.
 
– Gracias, gracias, es un honor para mí, exclamaba Conejo entre aplausos.
 
– Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez daremos comienzo a las pruebas de selección. Rogamos puntualidad a los interesados, concluyó el Sr. Búho.
 
Al día siguiente, a la hora convenida, comenzó la selección. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado con cortar un Árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino.
 
En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba la inestimable ayuda de un girasol y de un lirio que ponían su astucia al servicio de la noble causa. Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr. Oso haría de guardabosques, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al girasol, y la Sra. Lince, al lirio.
 
Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, hasta que hizo su aparición el peor de los fantasmas: la envidia.
 
– Sr. Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El leñador está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos especiales que dejarían al público boquiabierto, dijo el Sr. Búho en uno de los ensayos.
 
– Sí, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor. Podemos hacer un juego de luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
 
Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra navideña, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más protagonismo, eso significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto, y eso no le gustó nada.
 
El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando, estuvo muy arisco.
 
Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más llamativo y que debían haberlo echado a suertes. La tensión en el escenario se podía cortar y el desastre no se hizo esperar, y durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para interpretar el número final comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío que parte del decorado se rompió.
 
– Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? – preguntó Conejo encolerizado. Habéis echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo os echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo por hoy. Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por una cosa así?
 
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. ¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
 
– Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido, sentenció Búho.
 
– ¿Y cómo podemos hacer que vuelva? preguntó asustada la Sra. Ardilla.
 
– Nos vamos a quedar sin Navidad, se oyó decir a un lobezno.
 
– Hoy es un día muy triste. La envidia ha desatado unas reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de lucir y la obra de teatro peligra.
 
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir.
 
– Lo siento mucho. Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?
 
– No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mal comportamiento. Si sirve de algo yo también lo siento, se lamentó Castor.
 
– Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un trozo de tela, exclamó la Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
 
– Mirad, ¡está nevando! gritó con entusiasmo una voz.
 
– Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. ¡El espíritu de la Navidad ha vuelto!, se oyó.
 
Ese año, la Navidad se vivió con mucha intensidad en el bosque, al fin y al cabo estuvieron a punto de perderla para siempre. Habían aprendido la lección y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se podían controlar.
 
Así que para que no se les olvidará nunca construyeron una gran placa de madera que colgaron del Gran Árbol. En ella se podía leer la siguiente inscripción: «El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los días y crecerá»

El corazón del borrico – Rossana Guarnieri.

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La tarde en que apareció en el cielo la estrella que indicaba el camino para encontrar y adorar al futuro Rey del mundo recién nacido, el pastor Amhed yacía enfermo en su cabaña, sin poder moverse con fiebre alta. Entonces llamó a su hijo Alí y le dijo:
—Irás tú a adorar al Niño, siguiendo esa estrella. Llévale de regalo un saquito de dátiles.
 
Alí se preocupó. — ¿Y si el camino es muy largo? Yo soy todavía pequeño y no muy fuerte, padre.
 
—Coge el borrico Barai, él te llevará.
 
Tampoco Barai era fuerte, tenía ya muchos años en la grupa, estaba tan delgado que las costillas se le marcaban en la piel, el pelo era áspero y escaso, los ojos nublados. Pero mejor eso que nada… Alí subió al borrico y partió. Pasaron horas y horas de lento viaje antes de llegar a una cabaña sobre cuyo tejado se había detenido la estrella, y ya era noche cerrada.
 
Alí vio a un niño recién nacido que dormía sobre la paja. Un hombre y una mujer de rostro dulcísimo dormían junto a él. Cerca del Niño alentaban un buey y un asno. Pensó que no era cuestión de despertarlos, bajó de la grupa de Barai, se recostó contra una pared de la cabaña y se durmió él también.
Barai, por su parte, estaba bien despierto, porque cuando se es viejo se duerme poco. Muerto de cansancio, pero despierto. Y de repente vio que el asno junto al Niño había abierto los ojos.
 
—Eh —exclamó bajito—. ¿Cómo estás? Has tenido un gran honor, ¿no es verdad?
 
—Sí, así es —respondió el otro—. Pero, ya ves, a fuerza de estar parado y agachado, me duelen las patas, estoy todo dolorido, daría cualquier cosa por moverme un poco, pero no puedo dejar mi puesto porque con mi aliento, junto al buey, caliento al Niño.
 
—Ve a dar una vuelta que yo te sustituiré —sugirió Barai.
 
El asno no se hizo de rogar, se levantó despacito y Barai ocupó su puesto. Estaba orgulloso de veras por estar junto al Niño, de calentarlo como podía, y a pesar del cansancio y de lo incómodo de la postura, consiguió seguir despierto. Entretanto, sobre aquella mísera cabaña, alta en el cielo, seguía brillando la estrella. Al cabo de un rato volvió el asno.
 
—Me siento mucho mejor. Gracias, amigo, has sido muy bueno.
 
—Oh, no es nada, lo he hecho con gusto, de corazón.
 
Los dos volvieron a cambiarse el puesto, Barai se acurrucó junto a Alí dormido y al fin se durmió también. Llegó el amanecer. Se despertó el Niño. Se despertaron su papá y su mamá, el buey y el asno. También despertó Alí, adoró al Niño y le ofreció el saquito de dátiles que había traído de casa. Luego despertó a Barai que dormía aún junto a él para reemprender el camino a casa y de repente abrió unos ojos como platos. ¿Era «su» borrico aquel que se estaba levantando con un pequeño rebuzno?
El pelo de Barai se había vuelto apretado y reluciente, la mirada viva, las costillas ya no sobresalían, parecía rejuvenecido muchos años.
Alí subió a su grupa, cada vez más maravillado, ansioso por contar lo sucedido a sus padres. Entretanto iban llegando otros pastores, campesinos, gente de los alrededores, todos con regalos, todos deseosos de adorar al Rey del mundo.
El Niño dijo adiós con la manita a Alí y su papá y su mamá le sonrieron. Y él, aunque no acertaba a comprender tantas cosas, por ejemplo, por qué su borrico había cambiado tanto, se sentía muy, muy feliz. Fin Rossana Guarnieri Cuentos y leyendas cristianos